martes, 11 de agosto de 2015

Rompiendo moldes (II)

El Programa Victoria se desarrolla durante diez días, con un contenido estructurado. Todos los pacientes empiezan a la vez y participan en las sesiones de forma ordenada y sucesiva hasta completar el proceso terapéutico.

En todos los años que llevo estudiando y aprendiendo sobre los diferentes métodos terapéuticos para tratar la adicción al alcohol o a otras substancias no he encontrado nunca nada parecido.

Todos los centros de desintoxicación o rehabilitación que he conocido tienen pacientes entrando y saliendo continuamente, la duración de la terapia es indeterminada, y los contenidos no están estructurados con una lógica sistemática y ordenada.

En una visita a los Estados Unidos, hace ya unos años, me explicaron que la mayoría de los programas terapéuticos tenían una duración de 28 días debido a que era el tiempo de tratamiento que cubrían las compañías de seguros. A mi me pareció muy chocante, y desde luego muy poco científico, aunque se pueda entender hasta cierto punto por razones económicas. Tal vez esas mismas razones son las que llevan a no poner límites temporales a los tratamientos, cada uno sabrá en su casa por qué hace las cosas como las hace.

También a los americanos les parecía muy chocante que yo hiciera una terapia en tan solo diez días, y que obtuviera con ella unos resultados terapéuticos mejores que la inmensa mayoría de los centros conocidos.

El caso es que en el Programa Victoria entendemos que la terapia es un proceso que se puede estructurar y ordenar de forma sistemática. Por eso hemos sido capaces de lograr que, en un periodo de tiempo mucho más corto que el habitual, nuestros pacientes hagan un cambio profundo en sus actitudes y conocimientos, comprendan los mecanismos psicológicos de la conducta adictiva y aprendan a prevenir las recaídas.

Este es otro de los moldes que rompe el Programa Victoria. Diez días de terapia son suficientes, si se aplica el método adecuado. No hace falta mantener durante meses a una persona alejada de su entorno familiar y social, ni que se aleje de su trabajo o negocio por más tiempo. Más de treinta años de experiencia avalan estas afirmaciones, y cientos de pacientes también lo harían si no fuera porque hay que mantener la confidencialidad.

Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

miércoles, 5 de agosto de 2015

Rompiendo moldes (I)


Una de las cosas que siempre me han sorprendido de los centros de desintoxicación y rehabilitación de pacientes alcohólicos, o adictos a otras substancias, es el hecho de que sean tratados como si fueran “presuntos delincuentes”.

Me explico.

Al llegar al centro el paciente se suele ver privado de muchas cosas. Se le retira el dinero, el teléfono, a veces el reloj, etc. Se le revisa el equipaje para comprobar que no lleva bebidas alcohólicas de contrabando, o bien otras substancias “prohibidas”. Se le aplican multitud de limitaciones a la hora de recibir visitas, hacer o recibir llamadas telefónicas, y muchas otras cosas.

Con todo esto, el paciente se siente en un entorno un tanto opresivo, en el que sus decisiones personales están muy limitadas por unas normas que pocas veces entiende. Y esta sensación es muy desagradable para algunos, lo cual les lleva a veces a tomar la decisión de abandonar el tratamiento, o bien de “hacer trampas” y buscar la forma de saltarse las reglas.

En el Programa Victoria no actuamos así.


Nuestros pacientes se alojan en un hotel, son unos clientes como cualquier otro. No se sienten vigilados y constreñidos por normas impuestas.

Participan en las sesiones de terapia porque para eso han venido, y no beben durante su estancia porque para seguir bebiendo no necesitaban venir, podían seguir haciéndolo en su casa. Esto se lo explicamos desde el minuto uno, y actuamos en consecuencia.

Durante los diez días de su terapia conviven con otras personas que están en el mismo hotel por distintos motivos, se acostumbran a beber agua en sus comidas cuando en la mesa de al lado puede haber otras personas tomando vino, cerveza o lo que quieran, y son atendidos por camareros que actúan con ellos de un modo exactamente igual a lo que se encontrarán cuando vuelvan a la vida cotidiana después de su terapia.

Esta parte del Programa Victoria es un entrenamiento práctico que facilita mucho la toma de conciencia de que es posible y es fácil disfrutar de la vida sin alcohol. Es lo que llamamos la “terapia informal”. Lejos de sesiones estructuradas, que también las hay, en un ambiente distendido y relajado como puede ser la comida o la cena, donde el terapeuta comparte mesa y conversación con los pacientes, éstos cambian profundamente de actitud y modifican su comportamiento de una forma sorprendentemente fácil.

No es necesario tener un sistema de vigilancia y control del comportamiento de los pacientes para evitar que beban a escondidas o se droguen. Cuantas más normas y controles se pretendan poner más se induce a los pacientes a intentar saltárselas.

Al tratarlos como adultos responsables tienen la sensación de que son ellos los que deciden cada uno de sus comportamientos, e interiorizan que tienen la capacidad de mantenerse sin beber en cualquier situación.

Esta es una de las características del Programa Victoria que rompe moldes y que sorprende a los que conocen otros métodos “tradicionales” de tratamiento. Tenemos algunas otras, pero las comentaré en otra ocasión.

Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico