jueves, 24 de abril de 2014

¿Fácil o difícil?

En estas últimas semanas he atendido a varios pacientes que han acudido a nosotros agobiados y preocupados por su problema de adicción al alcohol y por las graves consecuencias que estaba trayendo a sus vidas su comportamiento adictivo, y me han hecho pensar sobre una paradoja que se da con mucha frecuencia en estos casos.

Existe una creencia generalizada de que superar una adicción es algo muy difícil. Algo que supone un gran esfuerzo personal y que es un camino jalonado de fracasos y recaídas.

También existe la creencia de que vivir sin alcohol está lleno de inconvenientes, ya que vivimos en una sociedad que nos ofrece bebidas alcohólicas en todo tipo de eventos y situaciones sociales, y que por eso, ser abstemio es una especie de automarginación social, vamos que uno se convertiría en un bicho raro señalado por todo el mundo si decide dejar de beber.

En cambio, hay muchos casos en los que el cambio resulta sorprendentemente fácil para el propio sujeto. Y esto es lo que he observado en los dos pacientes que me han inspirado para escribir esta entrada del blog.

Uno de ellos es camarero, rodeado de alcohol por todas partes, acostumbrado a beber con sus propios clientes, y de seguir después del trabajo con los compañeros, lo cual le llevaba además a la ludopatía, con graves consecuencias económicas para él y su familia.

El otro es un joven ejecutivo de una empresa familiar. También rodeado de alcohol por todas partes, porque ya sabemos que, según cree mucha gente, los negocios en España se cierran en los bares.

En ambos casos estaban muy asustados pensando que iba a resultarles extremadamente difícil decir que no a la presión social y seguir haciendo su vida sin beber. Y en cambio, han conseguido dejarlo sin esfuerzo, y empiezan a sentirse mucho mejor. Además empiezan a darse cuenta de los beneficios de todo tipo que están recibiendo desde que han dejado el alcohol.

Naturalmente, están en el principio de su proceso terapéutico y aún van a necesitar mucho apoyo y mucho tiempo para consolidar sus nuevas actitudes y convertirlas en hábitos sólidos y estables. Pero lo que hoy me mueve a la reflexión la observación de que muchas veces es más fácil de lo que supuestamente cabría esperar dejar el alcohol y empezar a vivir de nuevo. Y que no es necesario pasar por un calvario de síntomas de abstinencia ni por situaciones de rechazo social, sino todo lo contrario.

Por supuesto que la terapia es fundamental, y que ninguno de estos cambios se hubieran iniciado sin la ayuda terapéutica, que seguirá siendo necesaria durante un tiempo, pero ahí queda la reflexión. Dejar de beber puede ser mucho más fácil de lo que nos tememos, y se puede empezar a disfrutar de la vida sin alcohol de un modo inmediato.


Bernardo Ruiz Victoria
Psicólogo Clínico

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